Hoy en día, se presume de haber “profesionalizado” el fútbol
base de los diferentes clubs de España pero aún no somos capaces donde hemos
llegado realmente. ¿Qué supone para clubs y entrenadores este fenómeno? ¿Cómo
estorban ciertos aficionados en la educación? ¿Qué factor juegan los padres?
¿Los árbitros se han visto influenciados? Estas cuestiones las abordaré desde
las experiencias vividas en los campos de fútbol. También quiero puntualizar
que son casos reales pero no se pretende generalizar.
Empezamos por los clubs, y es que parece que hemos olvidado
el carácter educativo en valores del fútbol base. Muestra de ello son todos los
niños descartados por ser “menos buenos” que otros compañeros. La mayoría de
veces solo se trata de diferentes ritmos de desarrollo. En cualquier caso, un
niño o una niña nunca debería ser echado de ningún deporte. En el nivel I de
entrenador se estudia didáctica aplicada y educación en valores, sin embargo,
parece que se ha tomado como una asignatura de relleno en el momento en el que
se priorizan los resultados al desarrollo y la educación.
Relativo a los árbitros tengo que advertir que, por lo menos
en mi zona, tienen un gran nivel y compromiso con el aprendizaje de los niños,
sobre todo los denominados “de la vieja escuela”. No todo lo nuevo es mejor.
Hechos como hacer que se den la mano después de cada falta parece solo una
miguita de pan pero GRACIAS, alguien os lo tenía que decir. A pesar de ello, la
temporada pasada tuve que frenar, obviamente mediante la palabra, a un árbitro “recién
salido del horno” que pretendía sacar una tarjeta amarilla a un niño del otro
equipo en un partido de … ¡PREBENJAMINES! ¿De qué sirven las tarjetas a esas
edades? Lo diré yo: para cohibir a los jugadores y provocar que jueguen con
miedo en actos defensivos. Siempre abogaré por enseñar y explicar con palabras
y ejemplos.
He dejado a los padres y madres para el final aunque merecerían
un texto a parte. Empecemos por las familias que quieren que su hijo sea mejor
que Leo Messi. La semana pasada me vinieron unos padres ofendidos argumentado
que a su hijo lo había puesto en el C (el supuesto equipo de los más flojos) y
que el coordinador le había dicho que su hijo no era un jugador profesional
(obvio, solo es un niño). Es que no
quiero tener que ir a pueblos por ahí para perder todos los partidos y nunca se sabe, igual en el futuro juega en
primera división son algunas de las frases con las que me azotaron como
látigos. ¿De verdad no se dan cuenta que con cosas así entorpecen la educación
en valores que ejerce el entrenador-monitor? Ya se lo digo yo, su hijo no va a
llegar a ser un profesional de este deporte, y si es de esa diminuta minoría
que lo consigue, ojalá no esté cerca y su hijo o hija se haya podido formar
como persona a pesar de usted. Debí habérselo dicho, pero me educaron en valores
como el respeto mis padres y mis entrenadores (profesores, etc).
Si habéis llegado hasta aquí me gustaría regalaros esta
perla por vuestra atención. Ayer entrenaba la Selección Nacional en nuestra
provincia y como premio por comportamiento llevamos a varios equipos a ver a
sus ídolos al estadio. Los niños y niñas formaban por parejas, guardando una
fila que ni los adultos guardaban. Estaban asustados por el jaleo y empujones
por lo que avanzaban poco a poco. ¿Cuál fue la reacción de un “hombre” adulto? ¡Venga coño, que asco de niños! Y se
dedicó a empujarlos. Otra vez mi “maldita” educación me hizo pararlo con
respeto. Por favor, empecemos a pararle los pies a este tipo de personas que
ensucian el deporte.
Mi conclusión es que, si el fútbol base fuera un organismo
vivo, habría que extirparle varios tumores para que pueda seguir adelante.
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